
Covid 19 y Afectaciones Neuropsicológicas
Por el Doctor Eddy Monge
Neurología - Neuropsiquiatría - Neurociencias - Neurocirugía
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Sobre la COVID-19 y sus consecuencias sobre la salud se ha hablado en muchos aspectos, sobre todo los implicados en la evolución inmediata de la enfermedad sobre la persona afectada. Pero se deben tener en cuenta las complicaciones secundarias y a largo plazo. Una de estas complicaciones son las alteraciones neuropsicológicas: tratamos en este artículo la COVID-19 y los efectos neurológicos.
A pocas semanas de la llegada del coronavirus los neurólogos ya estaban advirtiendo de las posibles complicaciones del sistema nervioso central que podía generar el SARS-CoV-2.
En una de las áreas más afectadas por las infecciones, en el norte de Italia, un grupo de neurólogos observó que las secuelas del COVID-19 no se limitaban a los pulmones y al corazón, ya que los pacientes presentaban también signos neurológicos como cefaleas, anosmia o dolores musculares.
Es importante señalar que la afectación de las funciones cognitivas no se limita a personas afectadas por la COVID-19 que han sufrido síntomas graves, sino que también aparecen en aquellas que han padecido síntomas leves. Los resultados de un estudio que ha investigado la cognición en 84,285 personas muestran ciertas diferencias en las secuelas neuropsicológicas en función de los síntomas padecidos y el tipo de ingreso hospitalario. A las que se le aplicó ventilación mecánica vieron deterioradas sus capacidades cognitivas de manera generalizada, siendo la afectación comparable a un deterioro cognitivo de 10 años.

Sin embargo, las que no recibieron ventilación mecánica mostraron un deterioro cognitivo equivalente a 5 años. Un dato sorprendente de este estudio es la afectación cognitiva de la COVID-19 en las personas que no estuvieron ingresadas. A pesar de que no mostraron alteraciones cognitivas generalizadas, su atención sí se vio afectada en un grado similar al de los pacientes ingresados.
Estas alteraciones cognitivas son compatibles con lo que se está observando en personas que se han recuperado de la COVID-19 y que experimentan estados descritos como ‘niebla cerebral’ (brain fog). Es decir, tener dificultades en concentrarse y focalizar los pensamientos que pueden interferir con las capacidades de memorizar y recuperar recuerdos.
Finalmente, hay que tener en cuenta el empeoramiento que han padecido aquellas personas que ya tenían alteraciones cognitivas previas debido a enfermedades neurodegenerativas, como secuelas de un daño cerebral adquirido, o debidas a trastornos del desarrollo.
El confinamiento no les ha permitido seguir con regularidad el proceso de rehabilitación y, en algunos casos, ha agravado la sintomatología emocional y conductual por el aislamiento social, aumentando la ansiedad, el insomnio y la depresión.
Los efectos neurológicos por COVID-19
La pérdida del olfato (anosmia) fue uno de los síntomas que levantó la sospecha de que el COVID-19 puede afectar el sistema nervioso central y periférico. De hecho, los primeros datos que se publicaron en abril lo señalaban como un síntoma típico de la infección, más allá de las crisis respiratorias. Además, el mismo estudio indicó que, de los 214 pacientes estudiados, el 25% tenía otras afectaciones del sistema nervioso central. A partir de este estudio se han publicado varios artículos que nos dan una idea de la epidemiología de las afectaciones neurológicas y de los posibles mecanismos de acción del virus.
¿Qué sabemos?
Primero, que las afectaciones neurológicas secundarias a la COVID-19 reportadas hasta ahora son variables; en algunos estudios son del 6%, pero en otros llegan hasta el 57% de los casos evaluados, según los datos del registro español ‘Albacovid’. Las más frecuentes son ictus isquémico, trombosis y hemorragia cerebral; las menos frecuentes incluyen cuadros de encefalitis, epilepsia y meningoencefalitis.

Causas
Segundo, que no está claro si el SARS-CoV-2 tiene una acción directa sobre el sistema nervioso central o si las afectaciones neurológicas son las consecuencia de otros procesos patológicos. Las evidencias directas como las alteraciones de los marcadores biológicos y neurofisiológicos no son muy frecuentes según la encuesta y que ha recogido datos de 1800 pacientes.
Solo un 12% de ellos tenía alteración moderada o alta de los marcadores biológicos en el líquido cefalorraquídeo y un 18% alteraciones electroencefalográficas. Aún así, la mayoría de los pacientes presentaba signos de alguna afectación neurológica.
Finalmente, las complicaciones neurológicas se podrían explicar por diferentes mecanismos. Las vías directas prevén que el virus o las citoquinas puedan atravesar la barrera hematoencefálica (la línea de defensa del cerebro) o que la infección de neuronas periféricas pueda transportar el virus al sistema nervioso central. Estos mecanismos de acción del virus podrían explicar la afectación del hipocampo, una de las estructuras cerebrales que es fundamental para consolidar nuevos aprendizajes y que se ha visto afectada en animales de laboratorio expuestos al virus.
Entre las causas indirectas estarían los efectos secundarios de la ventilación mecánica a la que están sometidos las personas que han padecido síntomas graves de COVID-19. De hecho, los estudios que han valorado las secuelas de la ventilación mecánica en personas con problemas respiratorios debidos a otras patologías han demostrado que los déficits de memoria pueden persistir hasta 5 años después del ingreso hospitalario.

Estos datos explicarían la alta prevalencia de deterioro cognitivo global en las personas hospitalizadas en las UCI. Sin embargo, queda por entender por qué los pacientes con síntomas más leves por COVID-19 también presentan alteraciones cognitivas como las de las funciones atencionales. Por último, los efectos sistémicos de la infección podrían causar procesos inflamatorios que podrían desembocar en encefalitis o problemas vasculares que provocan, por ejemplo, ictus.
Para la neuropsicología se abre un nuevo camino para investigar de manera más sistemática los déficits cognitivos asociados a esta nueva infección, tanto a corto como a largo plazo. Se deberán evaluar los déficits de manera generalizada en todas las personas infectadas, incluso cuando sus síntomas hayan sido leves y de corta duración. Asimismo, el seguimiento a largo plazo es fundamental para diseñar estrategias de rehabilitación neuropsicológica para reducir el impacto funcional de las secuelas cognitivas.
Finalmente, habrá que estudiar el impacto sobre los aspectos emocionales y seguir la evolución de los trastornos psicopatológicos con herramientas apropiadas, como estrategias para valorar los efectos colaterales de la pandemia.